lunes, 27 de junio de 2011


Darío y Maxi no están solos, ¡viven en la lucha!


A 9 años de la “Masacre de Avellaneda” el sábado y domingo se cortó el puente Pueyrredon. El sábado nos quedamos a acampar en el puente, y después de obritas de teatro e intervenciones culturales varias, bandas de música y marchas, ayer se cerró la jornada con un acto.

Desde el puente se veía la congestión de tráfico que ocasionamos, autos tocando bocina, pasando por donde podían, muchas puteadas, mucho ruido. En cierto sentido esa imagen recordaba al 26 de junio de 2002, pero invertida. En aquel día los desesperados por pasar no eran autos, sino personas, y lo que les impedía seguir no era un piquete, sino la policía con su desmedido operativo. Es medio rara la analogía, pero con estas modificaciones que mencionamos algo puede ilustrarse. Lo que ayer eran voces cantado y reclamando  justicia, en 2002 eran las balas de la policía reprimiendo la manifestación que se estaba haciendo, y los autos tocando bocina que ayer se desesperaban por pasar (al principio incluso, costó cortar el tráfico, los autos seguían pasando y nos teníamos que correr), eran la gente que se negaba a abandonar su manifestación, que primero con piedras intentó seguir, pero luego tubo que correr debido a la fuerte represión. Como la jornada de ayer y antes de ayer, la represión del 2002 tenia un objetivo claro, aunque  muy distinto: terminar con las movilizaciones y la organización popular a cualquier precio. Lo que sí estuvo presente en ambos sucesos fue la justicia.


Ayer al levantarnos, mientras intentábamos recuperarnos del frío de la noche anterior en medio del frío de la mañana, pensábamos en la repercusión que tendría lo que hacíamos, en qué diría la gente que pasaba por ahí y que tan marginal se volvía lo que hacíamos sin alguna cobertura mediática. Era inevitable pensar que sólo se molestarían por no poder pasar, y que lo que vieran fuera sólo “un piquete más”. Así que aprovechamos ahora para decir que no era un piquete más, era una manifestación que tenia demandas concretas, se pedía justicia a los responsables políticos de los hechos, y en cierto sentido también se continuaba con los reclamos del 2002, que aún hoy no se han logrado.

Decimos responsables políticos porque lo que pasó hace 9 años, lejos de ser una accidente, fue el resultado de una planificación hecha desde arriba, con Duhalde y Solá a la cabeza (y también Aníbal Fernandez); porque fue el resultado de la intención de terminar con la organización y los piquetes de la gente. Hay que tener en cuenta que hacia 6 meses habían sido las manifestaciones de diciembre de 2001, y que la gente en la calle era una verdadera preocupación para el gobierno, desinteresado en dar una solución que no sea la represión a la desocupación, la pobreza, y el hambre. Responsables políticos no sólo por encabezar una política fuertemente represiva (basta decir que la policía disparaba balas de plomo, que luego se rastrearon sedes de organizaciones, que los manifestantes fueron perseguidos), por usar las fuerzas policiales como un ejército para conquistar un territorio (porque en ese entonces, las calles habían sido ocupadas por el pueblo), sino también por haber mantenido una política que en lugar de solucionar, profundizaba la pobreza y desocupación que los años 90 dejaron.

También podríamos aprovechar la ocasión para decir algo respecto de la molestia por los cortes, pero no hay mucho para decir, no algo satisfactorio al menos. Piquetes va a seguir habiendo mientras las cosas no cambien. Además, el 26 de junio ya está marcado, no es un día como cualquier otro. A lo sumo pasará a ser un día de conmemoración, pero cuando se haga justicia, justicia para Darío y Maxi, pero también justicia para el pueblo. “...Sepan que sólo muero si ustedes van aflojando, porque el que murió peleando vive en cada compañero...” decía un volante que repartían ayer, y de eso se trata, de pelear por ellos, pero sobre todo continuar con su lucha, con ellos.

No sabemos aun qué repercusión tuvo lo que hicimos. En los diarios no salió nada, ni del corte, ni de que se cumplían 9 años de la muerte de dos piqueteros. Desde el gobierno tampoco se hizo nada, ni siquiera en conmemoración (por ahí reclamar que termine la complicidad, y que termine la impunidad de los responsables es mucho), o en memoria, como le gusta llamarlo. Por ahí es que para que repercuta no hay que decir “piqueterxs”, porque como otras palabras que surgieron después de los 90, como “cartonerx” y “villerx”, la palabra “piqueterx” está cargada de significado negativo, se usa para hablar despectivamente y para invalidar acciones populares. Quizá es mejor hablar de otra manera de Dario y Maxi. Decir por ejemplo que eran dos pibes, dos jóvenes que estudiaban. Que tenían un familia por la que pelear. Que peleaban no solo por ellos o por su familia, sino por su pueblo. Que eran también comprometidos, hacían trabajos en barrios, ahí donde el Estado llega sólo en su ausencia, o en forma represiva o clientelar. Eran dos pibes que creían en un mundo mejor, y que con su trabajo diario intentaban construirlo. Le dedicaban parte de su tiempo a la militancia, para mejorar la realidad en la que estaban, por lo que también dedicaban su tiempo a cambiar nuestra realidad, también nos dedicaban tiempo a nosotrxs. Y podemos decir que en medio de su militancia, en uno de los días de su vida que decidieron dedicarlo a pelear por los derechos de la gente, fueron asesinados por la policía. De aquel día al día de ayer se hicieron 9 años, y aun no se hizo justicia. Nos corregimos entonces, y hablamos correctamente; ayer se cumplieron 9 años de la muerte de dos jóvenes estudiantes, trabajadores y comprometidos. Eran dos pibes buenos, con familia y amigos, con sueños y cosas por las cuales laburaban, y por las cuales peleaban. Darío y Maxi eran, entonces, dos piqueteros...

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