En estos
últimos días la cárcel fue puesta como tema de discusión del momento. A partir
de la salida a la calle del detenido Eduardo Vásquez, ex baterista de
Callejeros, a uno de los actos culturales que organiza una agrupación política
kirchnerista llamada Vatayón Militante. Sin embargo, como suele ocurrir en
estos casos, las discusiones fueron superficiales, los argumentos flojos de
contenido, la información tergiversada, y el fin no fue otro que intentar
descalificar a un oponente político.
Pero
debajo de esta disputa entre el oficialismo y Clarín (y entre el Gobierno
nacional y el provincial) se esconden realidades que ninguno de los bandos está
dispuesto a poner sobre la mesa de debate. La situación que viven
cotidianamente los presos y las presas de nuestro sistema penitenciario son
alarmantes e ilegales, y no sólo en las cárceles de la provincia, como dijo la
presidenta en uno de sus tantos palos para Scioli. Decir, como manifestó
Cristina, que el Servicio Penitenciario Federal es un modelo a seguir es, o
bien una mentira, o una toma de posición sobre lo que se cree correcto y
necesario. Porque más allá de las diferencias estadísticas que se puedan llegar
mostrar (suponiendo que las hubiese) respecto del desempeño del Servicio
Penitenciario Bonaerense, el modo de funcionamiento es el mismo, y hablar del
SPF como modelo implica asumir que el modo de tratar a quienes caen presxs es a
través del castigo, de la tortura, del hambre y el hacinamiento, de la
estigmatización y de la privación de los derechos más elementales.
Por otro
lado está la cuestión de la “resocialización a través de los actos”, una
simplificación más que preocupante tanto de la problemática como de sus soluciones.
Se ha hablado en la mayoría de los casos de lxs presxs como si fueran personas
descarriadas, gente que se portó mal y que por eso está presa, para que se lo reinserte y se lo haga nuevamente apto para vivir en sociedad.
Se habla de resocializar como si no hubiese un problema mayor de fondo, una
sociedad que margina a parte de su población imposibilitándole tener una vida
digna. También se presentó a estos actos y otros tipos de salidas de los
penales como herramientas que contribuyen a la resocialización de lxs detenixs
mostrando otro lado de lxs presos, ayudando a que interactúen
con la gente; como si al salir, esa misma sociedad que lxs marginó toda su vida
fuera a estar esperándolxs de brazos abiertos, con trabajo y sin
discriminación, sin pobreza, sin persecución policial, sin acusación mediática.
Pero más
allá de las discusiones que se instalan en los medios y del contenido de las
mismas, la cárcel siempre está presente. En este mismo instante hay 50.000
personas encerradas en nuestro país, dentro de nuestro país y dentro de nuestra
sociedad; no están siendo resocializados y no serán reinsertados en la
sociedad. Están dentro de nuestra sociedad porque están en el lugar que se les
asignó. No serán resocializados en primer lugar, porque a la gente no se la
resocializa, no se le borra lo que se cree inadecuado y se le inserta otro tipo
de información, otras pautas de pensar y de hacer; y a demás, porque esas
personas ya estas socializadas, saben qué es lo correcto e incorrecto, saben
cómo vivir, y sobre todo cómo sobrevivir en sociedad. Y muy probablemente no
serán reinsertados en la sociedad, por un lado, porque nunca estuvieron fuera,
y por otro, porque más allá de todos los cambios que puedan llegar a ocurrir en
la persona de un/a presx, al obtener la libertad se va a encontrar con una
sociedad que no cambió.
Brune y Marino.