martes, 7 de mayo de 2013

Decirlo para no volver

Por Maru Ambort. Segunda entrega del diálogo con Karina Germano, "La Galle". El drama y la impunidad del Servicio Penitenciario, el rol liberador de la educación y de la organización colectiva en el penal y la reciente vuelta a la calle tras el largo encierro.
-Veníamos hablando de la impunidad del Servicio Penitenciario (SP), de esta intención de poner a la U3 como “cárcel modelo”, y lo que sucede en realidad, de cómo siguen muriendo pibas por la falta de atención médica, por ejemplo. ¿Por qué crees que funciona así?
-Porque cada sección de policiales, judiciales, asistentes sociales, médicos, docentes y demás, son todos del SP y todos funcionan con espíritu de cuerpo, se van cubriendo las cagadas de una sección con la otra, es como una corporación. Esto lo que hace es que no funcione nada. Hay cosas terribles, como cuando te sancionan. Vas a los tubos de castigo, te dan unas palizas de muerte, te dopan y te llevan a la unidad psiquiátrica diciendo que te autolesionaste. Ahora, si el psiquiatra que te atiende en la unidad psiquiátrica es otro del SP, por supuesto que va a avalar lo que le dicen. Nos enteramos de esta metodología porque a una piba la rebotaron porque tenía una bota en la espalda y el médico dijo: “esto yo no lo puedo pasar como autolesión”. Por otro lado es una forma de sacar a las golpeadas desde dentro para que cuando llegan a corroborar las denuncias ya no están. Las vienen a buscar y dicen “ah no, está en el psiquiátrico” y cuando van, están tan dopadas que no pueden ni hablar.
Mientras exista una división que se llama Seguridad Interna (que es la que tiene zona liberada y manda más que cualquiera), no importan los valores que tenga un/a docente, un/a médico. No. Ante todo, la seguridad. Y si no empezamos a pensar que la lógica de seguridad debería estar afuera, en el perímetro, para que nadie se vaya de ahí, que eso es lo único a que te condena el/la juez/a, todos esos castigos gratuitos que hoy sufrimos se van a seguir dando. Porque el ‘83 a las cárceles no llegó, no podemos hablar de democracia dentro de un servicio militarizado. La lógica es esa: La lógica es “contra la pared”, “no corra”. La requisa es vejatoria: “abra” “abrase más, quiero ver más”. Todo esto mientras no dejen de ser milicos no se va a modificar.
-Si la escuela primaria y secundaria está dentro de esta lógica de dependencia de los docentes al SP, ¿Cómo se generan los espacios independientes que se ganan?

-Si en el CU hay autodisciplina, si no hay ni una milica adentro, y tienen que golpear la puerta para entrar, se genera un espacio liberador que para las pibas es re importante. Tanto para las que vienen a hacer un taller, como a estudiar, a hacer una carrera o a hacer el CBC. Es el mismo Centro el que nos da las herramientas para la auto-organización.
Además se puede hablar, escribir,  se puede trabajar de otra manera porque no tenés la presión de la mirada vigilante todo el tiempo, psicológicamente eso te trauma. Aunque te escuchen, aunque te lean después lo que escribís, no importa porque tenés esa libertad en ese momento, no estar intimidada por una uniformada.
-Es increíble lo que aflora de esos pequeños espacios, revistas, textos…
-Sí, ¿no? Muchas expresiones culturales que aflojan el sentimiento opresivo que una siente ahí adentro. Yo, por ejemplo, la primera vez que hice teatro me quedé anonadada de la poca práctica que tenía de estar como estaba afuera. No me reía, caminaba de cierta manera, toda encorvada, no gesticulaba con las manos al hablar. Cosas que salís afuera y las haces todo el tiempo. Ahí adentro llega un momento en que inconscientemente te vas aplacando, aplacando, aplacando, sólo funcionás con la mirada. No hacés gestos. Y ahí me di cuenta, cuando empezamos a hacer juegos de teatro “¿Cuánto hace que no camino de otra manera? ¿Cuánto hace que no me río a carcajadas? ¿Cuánto hace que no gesticulo al hablar?” Te volvés más inexpresivo, como una opresión de la persona increíble. Entonces claro, cada tallercito hace de disparador para sentirse más liberado de esa opresión.
-Es muy interesante lo que decís, habla de la educación como algo liberador. Quizá por eso se entiende que adentro haya tantas dificultades para estudiar…
-Sí, nosotras lo que solemos decir es que no hay logro ni victoria acá adentro, son todas actitudes de resistencia. A veces adelantamos un pasito, viene una ola represiva y son diez pasos para atrás que tenemos que volver a insistir para llegar. Hay un boicot para la educación muy fuerte, cuando vos tenés que salir de tu trabajo de tu pabellón para llegar a educación, es una pelea constante. Hay 30 pibas anotadas para un taller cultural, sea de títeres, de género, de expresión, de poesía, cualquier taller de lo que sea, y nunca son las mismas las que salen. Es una dinámica de boicotear todo el tiempo el trabajo grupal y las organizaciones internas. Con las clases pasa lo mismo, se han perdido exámenes porque a un/a penitenciario no le da la gana de traer a las chicas hasta Educación. Entonces, todo eso aplaca mucho para poder estudiar, tenés que ser muy perseverante, tenés que agotar todas las instancias, es un desgaste constante que no todas las mujeres están dispuestas a tenerlo. Sobre todo por las circunstancias en las que se encuentran, tenemos un 80% de preventiva, que ni sabés si te quedás, si te vas, qué techo tenés para estar dentro. Todo eso genera una incertidumbre individual y en tu psiquis. A veces no logramos que se acerquen hasta que están condenadas. Como que no les cambia el “click” de la cabeza.
-Para terminar, ¿Qué pasa cuando salís? ¿Cómo fue tu experiencia?
-Yo llevo 6 meses afuera y todavía no me puedo desprender de la militancia anti-carcelaria. Y me siento todavía presa, además, tengo una libertad condicional que tengo que estar 48hs presa, que tengo que andar firmando cosas todos los meses, que tengo que dar explicaciones de cómo me va la vida. En el fondo es una situación de control absoluto. No tengo derechos civiles, estoy con libertad condicional hasta el 2013. No puedo manejar, no puedo hacer esto, no puedo hacer lo otro, no puedo comprar, no puedo vender. En el fondo sigue siendo un sistema de presa.
Eso por un lado, y por el otro, cuando te liberan es muy difícil encontrar lugar con sentido de pertenencia después de tantos años. Entonces, como que una sigue atada a la misma militancia que hacías dentro. Yo por ejemplo, ahora soy parte de un grupo de liberadas que seguimos trabajando para las que quedaron o por las que están por salir. Hay un dicho bien tumbero adentro, de las muchachas, que dice: “si vos cuando salís ni llamas por teléfono, ni te acordás, ni le dijiste a nadie que estuviste, volvés”. Es una cosa muy mística de ellas pero es verdad. Cuando una no asume que estuvo ahí dentro, si no deja de tener vergüenza ante la sociedad, si no quiere que se enteren ni sus vecinos, si no le hablan la verdad a sus hijos, terminan arruinándola otra vez, y vuelven. Y las pibas que se hacen cargo, que siguen llamando, que de vez en cuando le llevan un paquetito a una compañera, que le preocupan todos los proyectos que estamos haciendo pos-egreso y demás, están bárbaras. Es como no sentirte aislada en la sociedad, saber que le pasó a otro también, que juntándonos entre los liberados en un nuevo lugar de pertenencia, nos sentimos identificados con todo lo que nos pasa y no sentimos tanto miedo. Somos muchos y muchas los liberados que tendríamos que laburar juntos para encontrar soluciones colectivas.
Una de ellas es nuestro proyecto Aquelarre. Es un proyecto que ideamos hace años. Necesitábamos mucha ayuda desde afuera que no teníamos, pero ahora al estar afuera lo impulsamos nosotras mismas. El proyecto busca generar cooperativas autogestionadas para los egresados de los penales. Sería una red de cooperativas, hechas desde la autogestión llana y pura, sin nadie que ponga guita para que no nos pueda condicionar.
Por Maru Ambort. Segunda entrega del diálogo con Karina Germano, "La Galle". El drama y la impunidad del Servicio Penitenciario, el rol liberador de la educación y de la organización colectiva en el penal y la reciente vuelta a la calle tras el largo encierro.

-Veníamos hablando de la impunidad del Servicio Penitenciario (SP), de esta intención de poner a la U3 como “cárcel modelo”, y lo que sucede en realidad, de cómo siguen muriendo pibas por la falta de atención médica, por ejemplo. ¿Por qué crees que funciona así?
-Porque cada sección de policiales, judiciales, asistentes sociales, médicos, docentes y demás, son todos del SP y todos funcionan con espíritu de cuerpo, se van cubriendo las cagadas de una sección con la otra, es como una corporación. Esto lo que hace es que no funcione nada. Hay cosas terribles, como cuando te sancionan. Vas a los tubos de castigo, te dan unas palizas de muerte, te dopan y te llevan a la unidad psiquiátrica diciendo que te autolesionaste. Ahora, si el psiquiatra que te atiende en la unidad psiquiátrica es otro del SP, por supuesto que va a avalar lo que le dicen. Nos enteramos de esta metodología porque a una piba la rebotaron porque tenía una bota en la espalda y el médico dijo: “esto yo no lo puedo pasar como autolesión”. Por otro lado es una forma de sacar a las golpeadas desde dentro para que cuando llegan a corroborar las denuncias ya no están. Las vienen a buscar y dicen “ah no, está en el psiquiátrico” y cuando van, están tan dopadas que no pueden ni hablar.
Mientras exista una división que se llama Seguridad Interna (que es la que tiene zona liberada y manda más que cualquiera), no importan los valores que tenga un/a docente, un/a médico. No. Ante todo, la seguridad. Y si no empezamos a pensar que la lógica de seguridad debería estar afuera, en el perímetro, para que nadie se vaya de ahí, que eso es lo único a que te condena el/la juez/a, todos esos castigos gratuitos que hoy sufrimos se van a seguir dando. Porque el ‘83 a las cárceles no llegó, no podemos hablar de democracia dentro de un servicio militarizado. La lógica es esa: La lógica es “contra la pared”, “no corra”. La requisa es vejatoria: “abra” “abrase más, quiero ver más”. Todo esto mientras no dejen de ser milicos no se va a modificar.
-Si la escuela primaria y secundaria está dentro de esta lógica de dependencia de los docentes al SP, ¿Cómo se generan los espacios independientes que se ganan?
-Si en el CU hay autodisciplina, si no hay ni una milica adentro, y tienen que golpear la puerta para entrar, se genera un espacio liberador que para las pibas es re importante. Tanto para las que vienen a hacer un taller, como a estudiar, a hacer una carrera o a hacer el CBC. Es el mismo Centro el que nos da las herramientas para la auto-organización.
Además se puede hablar, escribir,  se puede trabajar de otra manera porque no tenés la presión de la mirada vigilante todo el tiempo, psicológicamente eso te trauma. Aunque te escuchen, aunque te lean después lo que escribís, no importa porque tenés esa libertad en ese momento, no estar intimidada por una uniformada.
-Es increíble lo que aflora de esos pequeños espacios, revistas, textos…
-Sí, ¿no? Muchas expresiones culturales que aflojan el sentimiento opresivo que una siente ahí adentro. Yo, por ejemplo, la primera vez que hice teatro me quedé anonadada de la poca práctica que tenía de estar como estaba afuera. No me reía, caminaba de cierta manera, toda encorvada, no gesticulaba con las manos al hablar. Cosas que salís afuera y las haces todo el tiempo. Ahí adentro llega un momento en que inconscientemente te vas aplacando, aplacando, aplacando, sólo funcionás con la mirada. No hacés gestos. Y ahí me di cuenta, cuando empezamos a hacer juegos de teatro “¿Cuánto hace que no camino de otra manera? ¿Cuánto hace que no me río a carcajadas? ¿Cuánto hace que no gesticulo al hablar?” Te volvés más inexpresivo, como una opresión de la persona increíble. Entonces claro, cada tallercito hace de disparador para sentirse más liberado de esa opresión.
-Es muy interesante lo que decís, habla de la educación como algo liberador. Quizá por eso se entiende que adentro haya tantas dificultades para estudiar…
-Sí, nosotras lo que solemos decir es que no hay logro ni victoria acá adentro, son todas actitudes de resistencia. A veces adelantamos un pasito, viene una ola represiva y son diez pasos para atrás que tenemos que volver a insistir para llegar. Hay un boicot para la educación muy fuerte, cuando vos tenés que salir de tu trabajo de tu pabellón para llegar a educación, es una pelea constante. Hay 30 pibas anotadas para un taller cultural, sea de títeres, de género, de expresión, de poesía, cualquier taller de lo que sea, y nunca son las mismas las que salen. Es una dinámica de boicotear todo el tiempo el trabajo grupal y las organizaciones internas. Con las clases pasa lo mismo, se han perdido exámenes porque a un/a penitenciario no le da la gana de traer a las chicas hasta Educación. Entonces, todo eso aplaca mucho para poder estudiar, tenés que ser muy perseverante, tenés que agotar todas las instancias, es un desgaste constante que no todas las mujeres están dispuestas a tenerlo. Sobre todo por las circunstancias en las que se encuentran, tenemos un 80% de preventiva, que ni sabés si te quedás, si te vas, qué techo tenés para estar dentro. Todo eso genera una incertidumbre individual y en tu psiquis. A veces no logramos que se acerquen hasta que están condenadas. Como que no les cambia el “click” de la cabeza.
-Para terminar, ¿Qué pasa cuando salís? ¿Cómo fue tu experiencia?
-Yo llevo 6 meses afuera y todavía no me puedo desprender de la militancia anti-carcelaria. Y me siento todavía presa, además, tengo una libertad condicional que tengo que estar 48hs presa, que tengo que andar firmando cosas todos los meses, que tengo que dar explicaciones de cómo me va la vida. En el fondo es una situación de control absoluto. No tengo derechos civiles, estoy con libertad condicional hasta el 2013. No puedo manejar, no puedo hacer esto, no puedo hacer lo otro, no puedo comprar, no puedo vender. En el fondo sigue siendo un sistema de presa.
Eso por un lado, y por el otro, cuando te liberan es muy difícil encontrar lugar con sentido de pertenencia después de tantos años. Entonces, como que una sigue atada a la misma militancia que hacías dentro. Yo por ejemplo, ahora soy parte de un grupo de liberadas que seguimos trabajando para las que quedaron o por las que están por salir. Hay un dicho bien tumbero adentro, de las muchachas, que dice: “si vos cuando salís ni llamas por teléfono, ni te acordás, ni le dijiste a nadie que estuviste, volvés”. Es una cosa muy mística de ellas pero es verdad. Cuando una no asume que estuvo ahí dentro, si no deja de tener vergüenza ante la sociedad, si no quiere que se enteren ni sus vecinos, si no le hablan la verdad a sus hijos, terminan arruinándola otra vez, y vuelven. Y las pibas que se hacen cargo, que siguen llamando, que de vez en cuando le llevan un paquetito a una compañera, que le preocupan todos los proyectos que estamos haciendo pos-egreso y demás, están bárbaras. Es como no sentirte aislada en la sociedad, saber que le pasó a otro también, que juntándonos entre los liberados en un nuevo lugar de pertenencia, nos sentimos identificados con todo lo que nos pasa y no sentimos tanto miedo. Somos muchos y muchas los liberados que tendríamos que laburar juntos para encontrar soluciones colectivas.
Una de ellas es nuestro proyecto Aquelarre. Es un proyecto que ideamos hace años. Necesitábamos mucha ayuda desde afuera que no teníamos, pero ahora al estar afuera lo impulsamos nosotras mismas. El proyecto busca generar cooperativas autogestionadas para los egresados de los penales. Sería una red de cooperativas, hechas desde la autogestión llana y pura, sin nadie que ponga guita para que no nos pueda condicionar.


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