jueves, 11 de septiembre de 2014

Mejor no hablar de la cárcel: de conveniencias e impunidades*



La cárcel en los medios de comunicación. Comunicar sin construir datos fiables. (Des)Información y encubrimiento de violaciones de derechos humanos.

Uno de los motivos que llevan a escribir sobre la cárcel es el hecho de que existe un gran desconocimiento público sobre el tema. En primer lugar, la mayoría de las personas nunca han pisado una cárcel, un factor que lleva a hablar de ella desde el sentido común, en lugar de hacerlo desde experiencias propias o ajenas.

Son muchas las cosas que se dicen de las instituciones de encierro, y aunque son pocas las personas que defienden la cárcel como un lugar agradable, son varias las posturas acerca del rol de dicha institución en la sociedad. Pese al desconocimiento de los detalles, se sabe que es un lugar hostil, que hay violencia adentro, o simplemente que no queremos terminar allí. Pero, ¿por qué no hay información sobre su funcionamiento?

Esta nota se propone sintetizar algunas cuestiones que, en conjunto, hacen que la información sobre la cárcel no sea divulgada, provocando una creencia generalizada de que es una institución que funciona bien y resocializa a quien pasa por allí.
Para empezar, algo que juega en contra es un profundo desinterés que se suele tener en la temática. Esto es alentado por la poca información que circula, tanto por parte de las instituciones estatales encargadas de la difusión sobre la situación carcelaria actual como por parte de los medios de comunicación masivos, los cuales abordan una sola arista del problema.

Las noticias que aparecen en estos medios de comunicación no contribuyen a una información real sobre el tema: se habla de las fugas de los penales, la violencia entre los internos y de lo peligrosos que son para la sociedad; todas estrategias que sólo pueden provocar estigmatizaciones y por ende más violencia.

El permanente discurso que construye a las personas que delinquen como enemigas que hay que aniquilar, ha llevado a la deshumanización de las mismas, al punto de llegar a extremos como hablar de ‘’linchamientos’’ en lugar de homicidios, librando de responsabilidad a quienes participan de ellos.

La cárcel no es un tema en los medios de comunicación a menos que suceda algo espectacular, sobre todo hechos violentos que refuercen su discurso acerca de la mano dura y la inseguridad. Sin embargo, parece ser más rentable hablar de la violencia entre presos y presas que la que viene desde la policía.

En otras ocasiones, se busca alimentar las concepciones sobre la cárcel como un espacio de castigo que tiene que mantenerse así o incluso empeorar. Es el caso de las notas que critican hechos como, por ejemplo, que en algunos pabellones haya televisores o computadoras, como si las personas que cometieron delitos no pudieran acceder a derechos básicos como la posibilidad de entretenimiento.

La información que se difunde desde el Servicio Penitenciario Bonaerense es completamente distinta. Las noticias que se publican desde su página web giran alrededor de eventos llevados a cabo en las Unidades o de conferencias brindadas por agentes penitenciarios. No obstante, no se desconocen las faltas que se cometen desde la institución: la sección de denuncias indica que las mismas deben formularse a la Dirección de Investigaciones. Es decir, el Servicio Penitenciario se investiga a sí mismo; hecho que no sólo dificulta que las personas que han sufrido un abuso por parte del Servicio se animen a denunciar, sino que facilitan las represalias y la impunidad en caso de realizarla.

Según la misma institución, los delitos que cometen las personas privadas de su libertad se clasifican en un 4% con la honestidad, 10% con las personas, 4% con la libertad, 32% con drogas, 43% con la propiedad privada y 7% de otros delitos. Esta estadística rompe con una falsa concepción que tiene mucho peso a la hora de discutir sobre el rol de la cárcel en la sociedad: la idea generalizada de que la mayoría de las personas presas cometieron homicidios y violaciones. Sin embargo, la única manera de saberlo es por iniciativa propia.

Asimismo, el hecho de que la inmensa mayoría de presos y presas son pobres, parece no tener relevancia en la lectura que realiza el Servicio Penitenciario sobre la realidad carcelaria, ni para los discursos hegemónicos, los cuales entienden la delincuencia como una elección producto de la vagancia y no de todo un contexto social.

Hoy en día encarcelar a una persona no implica únicamente privarla de su libertad, sino también de derechos como salud y educación; y someterla a todo tipo de maltratos físicos y psicológicos. Tanto el Servicio Penitenciario como la policía en general son responsables de torturas y muertes –ya sea por acción u omisión–, persecución, hostigamientos o armados de causas falsas. Estos actos son tomados por la Justicia como hechos aislados o productos de la conducta de los/as presos/as, en lugar de leerse como una dinámica institucional constante.

¿Cuántos programas de televisión hablan de los crímenes que comete la policía en lugar de mostrarlos como héroes al servicio de la seguridad? ¿Cuántos medios de comunicación le dedican el mismo tiempo que usan en criticar a jovenes que roban en un barrio, a criticar a la Justicia cuando permite la violencia institucional?

El hecho de que haya sectores de la sociedad criminalizados continuamente hace que la Justicia no considere la posibilidad de que las personas encarceladas sean víctimas: su voz no es tomada en cuenta al analizar los conflictos en los que se involucran agentes penitenciarios. Incluso después de 38 años de democracia, aún persisten las inhumanas condiciones de detención, las torturas justificadas, las denuncias que se resuelven como se resolvían en la época de la dictadura: tomando en cuenta únicamente la palabra del agresor.

En un país donde 300 personas por año mueren en cárceles, donde la población carcelaria se eleva a 65 mil personas, sin contar las 14 mil a disposición de la Justicia Federal, y sobre todo, donde existe un Estado cómplice en la desinformación de estos datos, es fundamental cuestionarnos el rol de los medios de comunicación: hasta qué punto no se informa sobre la cárcel por no formar parte del interés general, y en qué punto esa falta de información comienza a volverse un encubrimiento de las violaciones de los derechos humanos.

Malena G.
*Escrita para el portal de noticias Notas - Periodismo Popular

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